Aún lo soy

Hace tan poco, tan poco casi al punto de decir ayer, se acercó y me preguntó: ¿aún sigues siendo la niña de las mariposas? quedé un poco atónita, perpleja, lenta y ensimismada.
Pensé, volé, rodé como una masa enorme y sin forma por mi memoria, tratando de hallar y de hallarme, de vencer esos duros obstaculos del tiempo y del letargo que se posó sobre mi cuerpo y mi mente.
Mientras escarbaba el extenso territorio de mis pensamientos, en mi absurdo intento de hallar alguna respuesta, acercó su cara un poco más y pronunció: ¡oye!¿Porqué no me respondes?
Volví a la realidad, a la noche fría, a la sensación de añoranza y a la alegría que da ver caras conocidas en un mundo extraño.
Respondí con evasivas, respondí con prudencia, fuí honesta y políticamente correcta.
Y asi llegó ese instante en que la noche se va a dormir y el sol nos da su buen día y fué allí y solo allí cuando reconocí en mi aquello que me pertenecía, que me identificaba, lo que me daba un poco de referencia.
Sigo siendo la niña de las mariposas (me respondí), sigo creyendo en su leve vuelo y sus multiples colores, en la hermosura que brinda por tan solo unos breves días, sigo creyendo en el proceso, en su trabajoso vivir que desemboca en el último aliento, en el último batír de alas, en la elegancia con que se desviste de seda y se viste de primavera, para dar aquel último álito de vida antes del adiós, del adiós vestida de reina.
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