Una sombra incesante
Y se me dibujan en la cabeza los paisajes, las voces, las palabras, los téxtos y pienso: ¿Cómo pudo ser tan hábil, tan sagaz?, ella es amada por los dioses me dije entre risitas de inocencia y envidia.
Comienzo aquí donde los recuerdos desordenados intentan ordenarse.
Había tierra, amor y mucho miedo entre paredes, rostros, cercos, llaves ocultas entre calzado y muertos que miraban hacia el horizonte.
Nosotros nos hacíamos los tontos y sonreíamos como dos desinformados de la actualidad, entre morir concientes y vivir ajenos, preferimos sobrevivir dementes al caos.
Cada día sonaba en la misma tabla de madera ahuecada los nudillos que al estrecharse en un intervalo de 3 segundos hacían su toc toc.
Ella no necesitaba contar el tiempo, ni las veces para saber que era él, en su pecho se agolpaban los sentimientos y subitamente su humanidad se hacía presente.
Podía oírle respirar desde su habitación pues sabía que estaba corriendo, huyendo para no levantar sospechas, ella sabía que él le amaba y no necesitaba nada más que su cuerpo recostado en aquél roído colchón sobre el piso, que importa el confort se decía estás aquí.
Las cosas en su cabeza volaban rapido, siempre fué muy bien enseñada, aprendió cosas que muchos niños no lograron siquiera percibír. La frase que siempre le recuerda a su extinta y antigua vida, a su familia y el mundo en que fué concebida, nuevamente volvía en tormento y dolor.
Tú naciste para algo grande...
El cuestionamiento mental de si hacía o no lo correcto, le visitaba tres veces por semana.
El dormía a su lado y ella lloraba en silencio, el no poder tener certezas sobre lo que quiere y lo que no.
Pero si me ama, ¿como no voy a amarle?
y volvía a llorar unas cuantas lagrimas más.
¿Está es la vida que quiero?
si, lo quieres a él entonces vive su destino
¿quererle, amarle implica sacrificar mi vida, mi familia, mis ambiciones personales?
Y así divagaba por minutos que se hacían una eternidad en ese mundo impenetrable de la mente de una mujer, ella sabía que él no se enteraría jamás de sus infidelidades mentales, de sus dudas mortales.
Ella no sabía que hacer con su vida y por eso decidió regalarsela con adornos y rosas, para hoy ser un triste clavel que planea su suicidio, que todo el día le da vueltas a la idea de deshojarse y perderse en una brisa del ayer.
Comienzo aquí donde los recuerdos desordenados intentan ordenarse.
Había tierra, amor y mucho miedo entre paredes, rostros, cercos, llaves ocultas entre calzado y muertos que miraban hacia el horizonte.
Nosotros nos hacíamos los tontos y sonreíamos como dos desinformados de la actualidad, entre morir concientes y vivir ajenos, preferimos sobrevivir dementes al caos.
Cada día sonaba en la misma tabla de madera ahuecada los nudillos que al estrecharse en un intervalo de 3 segundos hacían su toc toc.
Ella no necesitaba contar el tiempo, ni las veces para saber que era él, en su pecho se agolpaban los sentimientos y subitamente su humanidad se hacía presente.
Podía oírle respirar desde su habitación pues sabía que estaba corriendo, huyendo para no levantar sospechas, ella sabía que él le amaba y no necesitaba nada más que su cuerpo recostado en aquél roído colchón sobre el piso, que importa el confort se decía estás aquí.
Las cosas en su cabeza volaban rapido, siempre fué muy bien enseñada, aprendió cosas que muchos niños no lograron siquiera percibír. La frase que siempre le recuerda a su extinta y antigua vida, a su familia y el mundo en que fué concebida, nuevamente volvía en tormento y dolor.
Tú naciste para algo grande...
El cuestionamiento mental de si hacía o no lo correcto, le visitaba tres veces por semana.
El dormía a su lado y ella lloraba en silencio, el no poder tener certezas sobre lo que quiere y lo que no.
Pero si me ama, ¿como no voy a amarle?
y volvía a llorar unas cuantas lagrimas más.
¿Está es la vida que quiero?
si, lo quieres a él entonces vive su destino
¿quererle, amarle implica sacrificar mi vida, mi familia, mis ambiciones personales?
Y así divagaba por minutos que se hacían una eternidad en ese mundo impenetrable de la mente de una mujer, ella sabía que él no se enteraría jamás de sus infidelidades mentales, de sus dudas mortales.
Ella no sabía que hacer con su vida y por eso decidió regalarsela con adornos y rosas, para hoy ser un triste clavel que planea su suicidio, que todo el día le da vueltas a la idea de deshojarse y perderse en una brisa del ayer.
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