Subconciente ...

El sopor del aire mezclado con la inmundicia humana, pero no inmundicia física, no descomposición de carne, no hedor a muerte sino de alma, la corrosión del espíritu, la vileza que ni siquiera se da el trabajo de esconder, hacía de aquel lugar, un lugar inhabitable, un lugar oscuro y lejanamente cercano.

Un rostro desfigurado por la corrupción de la mente, por el descontento humano, una luz que titilaba dentro de sus ojos hacia notar el desagrado por los que tienen menos que un pan.

Él no quería ocultarlo mas bien quería gritarlo, hacer notar su molestia. Nadie podía compartir un mismo hotel, un mismo aire, un mismo espacio si no poseía la altura a la que él estaba acostumbrado.

Y hasta que como era de esperarse sucedió, él alzó la voz para no ser cortés, él hablo y todo el mundo calló. Un bullicio repartido en 30 personas se redujo a un murmullo casi inaudible.
Sólo era su potente y sólida voz quebrantando inocencia y humildad encasillada en minorias sociales.

Sus palabras más que sonar inicuas sonaban mezquinas, no pretendía desperdiciar silabas, ni saliba.

Entonces no se como ni de donde tomé el valor para encararlo, para hacer retroceder cada una de sus palabras y fue tanto mi afán de justicia por aquella minusvalida linguísticamente hablando que no detuve mi fuerza interior aún más la aumente y deje fluir. Nadie comentaba, todos oían, él se admiraba y no miraba a los ojos, pero como todo se torna de diversos colores, sus ojos celestes se tornaron de furia rojiza y su pelo liso castaño estaba como poseído por sombras.

Se alejó sin decir palabra, entendía muy bien la situación... había perdido públicamente.

Luego existió un lapsus del que yo no recuerdo ni una sombra, sin embargo el cielo se despeja y estamos solos en un auto, en medio de la nada, sin poder huir, ni gritar pues todo intento sería vano.

Por primera vez me mira a los ojos y no se asoma el aura de inferioridad con la que mira, ni la altivez de sus palabras y pronuncia escutas frases de paz y encuentro interior, había despertado el hombre y muerto el niño.

Luego todo se desfigura, se vuelve líquido, cristalino, puro, sincero y enigmaticamente dulce.

Casi sentí el amor, casi pude palparlo, casi lo mecí en mis manos comprobando su existencia, sentimientos santamente reales, inocuos, de dimensiones aún no exploradas, del cielo, de la tierra, del mar, del fuego, aquí no hubo pasión, aquí no hubo atracción física, aquí no hubo deseos ni placeres... Aquí sólo hubo amor honestamente puro, límpido y fragante.

Sus labios lentamente rozaron los mios, mientras un aire leve nos refrescaba el rostro, su boca pequeña y dulce se posesionaba de la mia, me acariciaba con sutileza, con miedo, con lenta iniciativa, nuestros rostros se mecían a un mismo compás, él con la piel aspera por los vellos faciales, esos que tanto me gustan, me hacian pensar en la realidad de la vida, no en cuentos de hadas, no en principes, ni cielos, no en vidas paradisiacas, sino en los cambios, en la forma en que la gente puede alienarse para bien...

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