Trabajo en equipo

Hay veces en las que me siento, inhalo, exalo, miro la vida pasar y por arte de magia viene a mi toda la capacidad crítica que en algún tiempo me faltó y que ahora no sé porque motivo abunda.

Seré que me pongo más vieja (a pesar de mis 21 años), será que los ideales se me desvanecen de las manos de vez en cuando, será que la chispa en los ojos de la gente desaparece y la mía con las de ellas muere.

Entre tantos recuerdos que mi corazón incansable porta, hay colores, sabores, miradas y cielos.
Cada persona tiene su espacio, cada corazón vive en su mar, cada alma tiene su sitio, sin embargo el espíritu no tiene lugar, vaga, gime, busca el rumbo, ese que pueda otorgarle la paz.

Y es que a mi la humanidad me aburre, me canso de mirar tanta escoria repartida en el mundo, tanto pobre, tanto rico, tanta tristeza, tanta vulgaridad y como para volverlo más dramatico me ahoga ver (y sentir) tanta soledad.
Las miradas sinicas me hieren el alma, las sonrisas falsas me vuelven de sal.  Y si, algun tiempo fui movida por los sentimientos, si, alguna vez dí todo por amar, alguna vez me mutile el corazón en el absurdo intento de querer cambiar.

La vida sigue transcurriendo, sigo sentada con el corazón mutilado pero no insensibilizado viendo a la gente pasar, viendo ese cartel de quejas sobre la cabeza, esuchando los gritos que esbozan Dios NO existe, Dios NO está, sigo mirando prostitutas que venden un cuerpo vacio a quien lo quiera deborar, las voces en mi cabeza no paran, las voces del mundo que gime en un solo cantar.

Absorta en la dedicación y paciencia, me dedico a separar, a clasificar.  Me esfuerzo en buscar respuestas a cada duda, en encontrar el consuelo para el quebranto y el llanto, en descubrir la compañia a tanta soledad.

Aunque no lo quiera la labor se me hace grande, aunque no quiera desistir desisto porque no se puede cargar sobre los hombros una mochila tan pesada, una labor tan imperiosa, tan delicada pero a la vez tan inhumana.

Desisto, me postro sobre mis rodillas marcadas por la constancia, lloro con amargura por todos lo que no pude ayudar o quizás simplemente alentar.

Pasan los segundos, los minutos, un par de horas, sigo llorando sin poder parar.   Es el llanto del mundo por el que no puedo parar.     Un susurro tan tierno, tan fuerte, tan real, me explica dulcemente, que sola no lo puedo lograr.   Hay misiones que necesitan de grupos que se apoyen, que quieran andar, buscar soluciones y no problemas, promover el amor y extingir la maldad.
Hay misiones que requieren de la misma humanidad, basta con alzar los ojos y clamar por la unidad, exigir un cambio mental, se necesita trabajar hombro a hombro, codo a codo, mano a mano, para hacer de
este mundo un mejor lugar.

Y luego de toda esa explicación, luego de tanta indicación, me pregunto: ¿Cómo puedes contener tanto amor?.   Si hoy no te reconocen, si hoy escupen sobre ti, si la gente se jacta de sus logros sin voltearse a mirar quien sostenía cada uno de ellos.

Señor yo te pregunto: ¿Porque tu amor es inmutable, porque sólo tú eres tan fiel?

y a veces en mi corazón se oye la respuesta, bajito, casi como un murmullo.

Porque yo SI tengo fe.-